¿Con qué soñamos?

LA HISTORIA

Desde que eran compañeros de colegio sabían que debían hacer algo con un propósito. A pesar de que ambos siguieron caminos distintos, siempre tuvieron ganas de hacer algo juntos, algo que generará un cambio, un aporte, algo que tuviera un impacto social. 

Se involucraron en varias causas:
Fueron a colaborar en la reconstrucción de casas después del terremoto del 2010 a Boyeruca, asistieron a familias para el incendio de Valparaíso el 2014, estuvieron presentes en la ayuda del tsunami de Tongoy, y junto con otros compañeros del colegio, colaboraron con la reconstrucción de un pueblo llamado Papalillo, muy cerca de Santa Olga, lugares devastados por el gran incendio del verano del 2017, logrando poner en pie 25 casas del Desafío Levantemos Chile. Rearmaron el pueblo sumándose a otras empresas para que Papalillo se convirtiera en la primera villa sustentable de Chile.
Sin embargo, algo faltaba. Terminados los desastres naturales, terremotos y tsunamis volvían a lo mismo. Hasta que un día en un asado, le contaron a un amigo la inquietud de hacer algo relacionado con personas privadas de libertad.
“¿Y por qué no lo han hecho?”, preguntó su amigo. “De huevones nomás”, respondieron 
Al día siguiente se pusieron a trabajar. Era mediados del año 2018.
Paolo, sagradamente cada fin de año preparaba la receta de Pan de Navidad de su bisabuela, su abuela y su madre, para entregarles un regalo a sus amigos y a las personas que lo habían ayudado durante el año. Le gustaba cocinar, y la idea era simplemente pasarlo bien. Así, un día, se les ocurrió levantar un negocio de panes de pascua y galletas en las que pudieran dar una oportunidad de empleo a las mujeres que cumplían su condena y a quienes les costaba encontrar una oportunidad de trabajo una vez que estaban en libertad. Si eran capaces de cambiar la vida de una persona, ya se daban por pagados. Pero había muchas personas y fundaciones ayudando desde el mundo intra-penitenciario. La necesidad era más grande afuera, cuando las mujeres salían en libertad, donde tenían poco o nulo apoyo. La gente ve sus papeles manchados y no las contratan.

Por eso a su emprendimiento le pusieron Las Condenadas: porque están condenadas por el resto de la vida con sus antecedentes, incluso habiendo cumplido sus condenas. Cuando salen de la cárcel, nadie les da la opción de hacer algo. El 47% reincide después del primer año en libertad y el 70% en el tercer año.

Nosotros queremos ofrecerles esa oportunidad.

¿CON QUÉ SOÑAMOS?

Soñamos con construir un mundo mejor, un mundo de oportunidades que contribuyan a bajar los índices de delincuencia. Vivir atemorizados, enrejados o incluso armados se va haciendo más común de lo que todos quisiéramos. Pero las acciones no son sólo enfrentar la delincuencia, subir las rejas, aumentar penas o construir más cárceles. 

La solución está en ofrecer oportunidades...

¿Por qué ofrecer oportunidades puede bajar la delincuencia?
La sociedad le cierra las puertas a personas que cometieron un delito; a pesar de haber cumplido frente a la justicia y de querer reinsertarse; obligándolos a delinquir nuevamente. 
“En Chile el 47% de las mujeres reinciden al primer año de haber quedado en libertad”. 
Convencidos de que toda persona merece una segunda oportunidad, nace Las Condenadas. No queremos que, a pesar de haber cumplido frente a la justicia, las personas sigan condenadas de por vida.
 
¿Por qué hacemos esto?

Queremos cambiar la vida de personas que están en el círculo de la delincuencia.

Nos propusimos hacer productos de calidad superior y demostrar que las personas que salen de la cárcel pueden hacer las cosas bien o mejor que cualquiera otra. Productos gourmet, como galletas dulces, saladas o un increíble queque de navidad. 

 

Pero dar una oportunidad laboral es el primer paso. Por ello también buscamos cumplir con los ODS (OBJETIVOS DE DESARROLLO SOSTENIBLE).